En los tiempos antiguos,
los perfectos seguidores del Tao eran finos, sutiles, oscuros y universales,
imposible conocer lo profundo de su corazón.
No pudiendo conocerlos,
sólo podemos describirlos diciendo:
Indecisos,
como quien en invierno atraviesa un río.
Precavidos,
como quien teme a sus vecinos.
Discretos,
como un huésped.
Inestables,
como el hielo que empieza a fundir.
Estúpidos,
como un leño.
Confusos,
como el agua turbia.
Amplios,
como un valle.
El agua turbia reposa, y se aclara poco a poco.
Lo que está en reposo, comienza a moverse y crece poco a poco.
El que conserva este Tao no desea la plenitud.
Por eso puede gastarse sin renovarse.
los perfectos seguidores del Tao eran finos, sutiles, oscuros y universales,
imposible conocer lo profundo de su corazón.
No pudiendo conocerlos,
sólo podemos describirlos diciendo:
Indecisos,
como quien en invierno atraviesa un río.
Precavidos,
como quien teme a sus vecinos.
Discretos,
como un huésped.
Inestables,
como el hielo que empieza a fundir.
Estúpidos,
como un leño.
Confusos,
como el agua turbia.
Amplios,
como un valle.
El agua turbia reposa, y se aclara poco a poco.
Lo que está en reposo, comienza a moverse y crece poco a poco.
El que conserva este Tao no desea la plenitud.
Por eso puede gastarse sin renovarse.
0 comentarios:
Publicar un comentario